11 enero, 2013

Human Rights Watch e Israel




Por Julián Schvindlerman

¿Puede una ONG de derechos humanos tener entre sus miembros a un relator antisemita, a un analista militar coleccionista de souvenirs nazis, a un juez antisionista; organizar una cena para recaudar fondos en Arabia Saudita, halagar al clan Gadafi, sostener que los llamamientos a la destrucción de Israel no constituyen una forma de incitación al genocidio, emitir más reportes sobre la conducta humanitaria del Estado judío –única democracia del Medio Oriente– que de cualquier tiranía de la región, y aun así preservar su reputación como organización imparcial?

Aparentemente sí, esa es la proeza de Human Rights Watch. Para el observador desprevenido, HRW es un paradigma de combate objetivo contra las violaciones a los derechos humanos en el mundo. Para quienes siguen las actividades y reportes de esta ONG más de cerca, su catadura moral es evidente.

Dime con quién andas y te diré quién eres, ¿no? Comencemos por el perfil de algunos de sus integrantes. En primer lugar está el magnate George Soros, que respalda materialmente a HWR y a otros grupos de extrema izquierda en los Estados Unidos, como J Street y Move On.

Hasta hace unas pocas semanas atrás, Richard Falk estaba integrado en el Comité Santa Bárbara, que es parte de esta ONG y la asiste en sus actividades globales. El señor Falk trabajó como experto en Palestina en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, posición que usó para difamar a Israel y defender a los tiranos múltiples veces. Al puesto fue postulado por Bachar Asad, Muamar Gadafi y otros dictadores. Su posturas estaban tan saturadas de antisemitismo y eran tan extremas (cree que el 11-S fue una patraña norteamericana) que fue repudiado por el primer ministro británico –David Cameron–, la embajadora estadounidense ante la ONU –Susan Rice–, la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU –Navi Pillay– y el propio secretario general de la organización –Ban Ki Moon–. El radicalismo de Falk es tal que la propia Autoridad Palestina pidió que fuese removido del cargo, sobre la base de que era "partidario de Hamás".

HRW no halló objetables sus posiciones y lo acogió con gusto. Ahora bien, debió desvincularse de él luego de una exitosa campaña de denuncia internacional llevada adelante por la ONG suiza United Nations Watch.

En el plantel de HRW estuvo también Marc Garlasco, desempeñándose como analista militar. HRW lo presentó como parte de su División de Emergencias, dedicado a la "evaluación de daños en batalla, operaciones militares e interrogatorios ". Fue enviado varias veces a zonas de conflicto, especialmente a Israel, país al que dedicó atención desproporcionada y muy crítica. HRW debió suspenderlo cuando trascendió su obsesión por coleccionar fetiches nazis, que había publicado un libro de más de cuatrocientas páginas sobre insignias militares y que visitaba páginas web con el nick Flak 88, nombre de una conocida pieza de artillería alemana de la Segunda Guerra Mundial. HRW lo defendió alegando que su inclinación por la parafernalia nazi era parte de su historia familiar y acusó al Gobierno israelí de instigar una campaña de desprestigio: "Esta acusación es demostrablemente falsa y encaja en una campaña para distraer la atención de los reportes rigurosos y detallados de Human Rights Watch sobre las violaciones de los derechos humanos y la ley humanitaria internacional por parte del Gobierno israelí". Finalmente lo removió del cargo y prometió una investigación, de la cual nunca se supo nada públicamente.

Otro de sus oficiales estrella que terminó fuera de la organización fue Richard Goldstone. Este juez judío sudafricano era miembro de su junta directiva cuando fue designado titular de una comisión de investigación de la ONU sobre los presuntos crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por Israel durante la guerra con Hamás en 2008-09. Cuando NGO Monitor, una organización israelí dedicada a observar la conducta de las agencias de derechos humanos, denunció el conflicto de intereses del juez, éste renunció a HRW. En su informe, Goldstone citó unas treinta afirmaciones de HRW sobre Israel, y HRW promovió con entusiasmo tanto su designación como su reporte. Desde que Goldstone fue designado, en abril del 2009, hasta que emitió su informe, en septiembre del mismo año, HRW emitió más de quince declaraciones a favor del establecimiento de la comisión de investigación, elogiando la idoneidad del juez y exigiendo que Israel cooperase. Al mes de haber sido publicado, HRW había publicado 27 comunicados laudatorios del informe. Sarah Leah Withson, directora del programa de Medio Oriente y Norte de África de HRW, insistió en que Washington debía respaldar las conclusiones del reporte, y comparó la campaña defensiva israelí con las matanzas, violaciones y demás aberraciones perpetradas en África: "La Administración Obama no puede exigir el rendimiento de cuentas por graves violaciones [a los derechos humanos] en lugares como Sudán y el Congo y a la vez dar carta blanca a aliados como Israel". Un año y medio después de haber redactado su polémico informe, el propio juez Goldstone tomó distancia del mismo en artículos de opinión publicados en la prensa norteamericana.

En cuanto a la propia señora Withson, cabe señalar que antes de unirse a HRW estuvo en la oficina en Nueva York del antiisraelí Comité Árabo-Americano contra la Discriminación, y que una de sus primeras tareas en HRW consistió en presionar para que Caterpillar dejase de vender tractores al ejército israelí. Conforme Jennifer Rubin ha escrito en su blog de la revista Commentary, Withson tiene o ha tenido en su oficina un póster de una película que celebra el terrorismo suicida.
Con estos personajes a bordo, apenas sorprende que desde que a HRW le haya tomado años redactar un informe sobre los ataques con cohetes de Hamás a la población civil israelí (esto es un crimen de guerra), o que, como observó el comentarista David Feith en el Wall Street Journal, durante la primera década de este milenio haya publicado aproximadamente la misma cantidad de reportes críticos de Israel que de Irán, Siria y Libia combinados.

En abril del 2009, miembros de HRW visitaron Libia y felicitaron a Saif al Islam, uno de los hijos de Gadafi, por representar una "fuerza de la reforma". Poco después, el hijo predilecto del tirano amenazaba a sus propios compatriotas sublevados contra la opresión en que vivían afirmando que el régimen pelearía "hasta el último hombre, la última mujer, la última bala". Al mes siguiente HRW organizó una cena para recaudar fondos en Arabia Saudita, país donde la discriminación contra las mujeres, la persecución a los homosexuales y la intolerancia religiosa son moneda corriente. HRW justificó sus necesidades de una mayor financiación declarando que, efectivamente, dedicaba una atención desproporcionada a Israel: "La organización tiene que hacer frente a una merma de fondos por la crisis financiera global y por el trabajo que realiza sobre Israel y Gaza, que agota el presupuesto de HRW para la región". Cuando el New York Times se manifestó contra la postulación de Palestina como Estado independiente ante la ONU, el director de HRW, Kenneth Roth, envió un tweet objetando esa postura. A los pocos minutos de que la Asamblea General de la ONU recibiera favorablemente a Palestina como Estado no miembro en su seno, el pasado 29 de noviembre, HRW instó a los palestinos a que usaran su nuevo estatus para perseguir a Israel en la Corte Penal Internacional.

La obsesión antiisraelí de HRW la ha llevado a lugares curiosos. Para el sentido común, clamar pública y repetidamente por la destrucción de una nación constituye incitación al genocidio; no así para el director de esta institución. Cuando se le preguntó en el 2010 acerca de las expresiones infamantes del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad ("Hay que borrar a Israel del mapa"), Roth puso en duda esas palabras. Cuando el vicepresidente de la organización, Shid Seinberg, dijo que HRW no debía permanecer callada ante las diatribas antisraelíes de Irán, Roth dijo que "la tesis" que maneja su organización es que, en la defensa de una causa, por más odiosa que sea, hay tiempo para disuadir, mientras que en la incitación no. "Muchas de las afirmaciones [de los dirigentes iraníes] son ciertamente reprochables, pero no son incitación al genocidio, y nadie ha actuado en función de las mismas". Se podría aducir que Hamás, Hezbolá y la Guardia Revolucionaria iraní si han actuado en función de las mismas, pero oponer razón al dogma es empresa inútil. Según el criterio del director de HRW, habrá que esperar a que Teherán lance una bomba atómica sobre Tel Aviv para concluir que "hay que borrar a Israel del mapa" era, después de todo, una incitación al genocidio. ¿Será muy descabellado pensar que quizás ese escenario no le disguste demasiado al señor Roth?

Un crítico de la conducta escandalosa de esta ONG escribió en 2009 un artículo en el New York Times en el cual lamentaba que HRW hubiera perdido "perspectiva crítica" sobre un conflicto "en el que Israel ha sido repetidamente atacado". "Con creciente frecuencia, deja de lado la distinción importante entre sociedades abiertas y cerradas", dijo también, para concluir:
Sólo retornando a su misión fundacional y recuperando el espíritu de humildad que la animó podrá Human Rights Watch resucitar como fuerza moral en el Medio Oriente y en el resto del mundo. Si fracasa en ese empeño, su credibilidad quedará gravemente dañada, así como su importante rol en el mundo.
El crítico de marras es Richard L. Bernstein, fundador de Human Rights Watch.

http://www.libertaddigital.com/opinion/julian-schvindlerman/human-rights-watch-e-israel-67022/

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